Cuando hablamos... ¿mejoramos al silencio?

Voy caminando por un bosque y, mientras lo hago, me maravillo de todo lo que la naturaleza puede crear:

los colores, los sonidos, las formas, los movimientos.

Avanzo, percibiendo toda la vida a mi alrededor de una manera especial y,

de algún modo, me voy conectando con ella.

De repente, mi compañero de caminatas dice "¡Qué fantástico es este sendero!"...

Ahora, en lugar de maravillarme y poner todo mi ser en la experiencia, tengo que escucharle.

La relación con aquello que vivencio, es sustituida por sus opinones.

Sin mala intención, mi compañero acaba de cometer una especie de "robo emocional".

¿Cuántas veces hemos hecho lo mismo con nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros amigos?

Compartir es hermoso y la comunicación fundamental para nuestro desarrollo.

Sin embargo, hablar sobre algo sin esperar que esa experiencia "se asiente" un tiempo en nosotros,

es boicotear el proceso de percepción. La palabra reduce y simplifica.

Usarla antes de tiempo "aplana" una experiencia que, captada en su totalidad, tiene otras dimensiones.

Cuando hablamos... ¿mejoramos al silencio?